Cansado del establishment político de los últimos 30 años, harto de la marginación en la que se veía inmersa nuestra provincia por parte del bicentralismo, molesto de la displicencia de los movimientos políticos tradicionales. Como la mayoría de ecuatorianos, el 2006 deposité mi voto a favor Rafael Correa.
Era una cara nueva, con un palmarés de títulos bastantes impresionantes, máster y doctor en economía títulos logrados en la Universidad Católica de Lovaina y en la Universidad de Illinois; su preocupación por los más desposeídos, que mostró en su retiro a la Misión de los padres salesianos en Zumbahua, me daba “buena espina” como comúnmente decimos.
Si sumamos el deterioro de los partidos políticos tradicionales, más la falta de un adversario serio para la segunda vuelta electoral, era inevitable que Rafael Correa gane.
Vaya que me alegre y a pesar que estaba claro que era de izquierda, ya habíamos probado casi todas las opciones, derecha, centro izquierda, populismo, ¿Qué podríamos perder?
En mi ingenuidad, pensé que como él era “estudiado”, el socialismo que iba a implementar era al estilo de Chile o de España. Pero el tiempo pasó y una gran mayoría de los que votamos por él nos sentimos decepcionados por que el cambio fue para peor.
Y quiero, la verdad, dejar a un lado todo lo que corresponde al análisis ortodoxo de la gestión de un Presidente.
Mi análisis va por el lado de su comportamiento, de su actitud, de cómo para él, “el fin justifica los medios”. Es que durante el tiempo que ha durado su mandato constantemente ha caído en mil y un contradicciones. Todo esto origina inestabilidad y desconfianza, cae en comportamientos que no son dignos de un Jefe de Estado, convirtiéndose así, en una parodia de Febres-Cordero por lo prepotente, mezclado con Abdala por lo burlesco.
Y es que hasta su mejor logro, que fue anular a la partidocracia, lo niega día a día hablando de ellos a cada momento y a cada rato, con ello da a pensar que los necesita para sustentar su presencia en el poder. Están políticamente muertos, ¿qué saca hablando de fantasmas?
La falta de respeto hacia las mujeres es evidente, actuando así deja mucho que desear. Está generando odio, incrementa la no tolerancia entre los ecuatorianos. Si nos remitimos a las estadísticas, la clase alta es la minoría en nuestro país, los grupos económicos de poder están plenamente identificados. Entonces, ¿de qué pelucones habla?
¿Será que todo aquel ciudadano que en vez de echarle la culpa AL IMPERIO DEL NORTE se dedicó a trabajar y estudiar o las familias que aparte, del sueldo que perciben, por las noches lavan ropa, venden comida, etc.… para mejorar su situación económica y así poder tener su casa, su carro, darle educación a sus hijos, son pelucones?
Usted señor presidente, es un ejemplo de superación, demostró que se puede ganar a la adversidad, ¿por qué no usa su caso para inspirar? Claro, no es negocio, no le genera popularidad y al parecer como todo buen economista se rige y dirige sus acciones basándose a las estadísticas.
Hay injusticias, es verdad; hay que combatirlas, pero de otra manera. El odio genera más odio y usted tenía la responsabilidad histórica de cortar esa cadena sin fin. Y es que usted se ha convertido en todo aquello que juro destruir, es el reflejo de todo lo que nosotros hemos repudiado de los políticos de turno.
Despierte y huela el café, usted no es el único que en este país que ha sufrido. Deje ir esos demonios internos que lo atormentan, se reflejan en su mirada mientras habla, mientras critica y se burla de todo aquel que discrepa con usted, u ose tan siquiera pensar que está equivocado.
Dice un proverbio yugoeslavo, si quieren conocer en verdad a una persona denle poder, en el fondo no dudo que sus intenciones no sean malas, pero lo que si estoy seguro es que su lado oscuro lo ciega, lo confunde y sumado a su ego lo hacen un megalómano.
Usted fue llamado a traer tolerancia oportunidad y esperanza, pues fallo está dejando florecer el odio, el miedo, dando salvoconducto a un grupo de oportunistas, de resentidos que quieren destruir este país, usted no es como ellos, reaccione… todavía tiene tiempo.
No importa cuánto poder acumule, no importa cuántos insultos diga, no importa que todos sus ministros y colaboradores lo veneren y le den la razón en todo, si usted no es feliz en su corazón el resto no sirve para nada.
La solución para los problemas de nuestro país no están en los libros, esta en buscar a Dios y en esa búsqueda encontrará el masterado que le falta.